EL BOSQUE DE LOS UROGALLOS

19.50


Un hermoso libro de cuentos rurales que destila un gran sentimiento poético y un amor genuino por la montaña.

Un hermoso libro de cuentos rurales que destila un gran sentimiento poético y un amor genuino por la montaña.

El bosque de los urogallos (1962) es una colección de relatos publicados por Mario Rigoni Stern en diversos periódicos. En ellos todavía aparecen mezclados los ecos de la Segunda Guerra Mundial con apuntes naturalistas, las estaciones, las cacerías o los pequeños sucesos cotidianos, pues Stern «sentía como suyo ese vínculo de los escritores rusos con el paisaje, con el discurrir de las estaciones, con los campos y con su gente».

A través de un lenguaje lírico pero sencillo al mismo tiempo, las páginas de este libro están animadas por el deseo —que para Rigoni y otros supervivientes es casi una necesidad natural— de contar la vida, de dar sentido a la historia del hombre y su fragilidad. Publicada por iniciativa de Italo Calvino, Primo Levi leyó la antología con interés y escribió sus impresiones al autor, lo que significó además el inicio de su amistad.

El bosque de los urogallos es el primer ejemplo de nature writing en italiano. Pero a Mario no le gustaba el término naturaleza, prefería la palabra bosque y el adjetivo de bosque, que es silvestre.

PAOLO COGNETTI

Ficha técnica

  • Páginas: 192
  • ISBN: 978-84-949934-1-1
  • Traducción: Regina López Muñoz.
  • Dimensiones: 14 x 21 cm.
  • Formato: rústica con solapas.
  • Número: 12

Prensa

  • M’Sur > El cazador de historias [27 NOVIEMBRE]
  • ZENDA Libros > Matar a un urogallo [21 NOVIEMBRE 2019]
  • LA VOZDE GALICIA > Mario Rigoni Stern: El bosque de los urogallos [12 AGOSTO 2019]
  • QUADERNS (El Periódico Mediterráneo) > La tierra asilvestrada de Mario Rigoni Stern [7 JULIO 2019]
  • DEVANEOS > El bosque de los urogallos (Mario Rigoni Stern) [19 JUNIO 2019]
Categoría:

Description

Al otoño siguiente fui con él a cazar urogallos. Era el mes de octubre y los montes ya estaban espolvoreados de nieve. Iba a buscarlo a su casa cuando todavía era de noche, y desde lejos veía en la puerta un punto rojo que de vez en cuando se volvía más vivo, como un ojo de gato sobre el que incidiera el fulgor de una estrella: era su cigarrillo, y detrás estaba él, de pie, preparado, con la escopeta y el macuto a la espalda.